sábado, junio 27, 2009

Un buen acuerdo

Acabamos de celebrar la junta anual ordinaria de mi comunidad de propietarios. Es algo excitante, donde, como en la guerra, aflora lo mejor y, normalmente, lo peor de cada uno. Aunque no suelen asistir la mayor parte de los convocados, es posible contemplar en acción al puntilloso, al detallista, al tocapelotas, al mudo, al ignorante, al....
El administrador -con mucha experiencia en estas lides- se defiende leyendo una catarata de datos, acudiendo a tecnicismos alejados del común entender y dejando que los propietarios se peleen entre si. Dado que lo que quiere cada uno es arrimar el ascua a su sardina y no lo que interesa al común, aquello tiene pinta enseguida de no terminar nunca.
Ya que uno tiene cierto predicamento y tenía ganas de terminar para estar sentado en mi terraza favorita, le pregunté por sorpresa al administrador: "¿Cuanto pagamos por utilizar esta sala de reuniones?"; "30 euros" respondióme presto, sin captar mis aviesas intenciones.
"Pues bien", continué, "¿alguno se opone a que en el futuro nos reunamos en un bar y utilicemos ese dinero para regalarnos unos cafés con churros?". Los asistentes, pillados por sorpresa, no dijeron ni mu; les concedí un instante y antes de que pudiesen resollar dije: "¡Aprobada la moción por unanimidad!".
Así que, ¡por fin!, se aprobó algo útil. Y es que para dirigir al personal hay que pillarlo por sorpresa y en lugar de pedirle opiniones -que al ser gratis, sueltan como mean-, exigirle que se oponga a algo concreto. Pero sin dar tiempo a que reaccionen...

domingo, junio 14, 2009

¡Qué placer!

Resulta que hoy ha sido nuestro 36 aniversario de bodas y como quien no quiere la cosa, nos hemos ido a comer a un restaurante de otra ciudad. No suelo confiar demasiado en las cocinas famosas y era la primera vez que íbamos, así que he entrado "criticón"...

Resulta, también, que por esos azares que tiene la vida y que siempre saca a relucir cuando pretendemos que siga nuestros deseos y no lo que tiene dispuesto para nosotros, fui el primero que entró en el local hace ya unos cuantos años. Iba yo despendolado como de costumbre conduciendo mi coche cuando a este le reventó una rueda delantera (*).. Gracias a que uno es, poco más o menos, una especie de Juan Manuel Fangio -¡perdón maestro, pero algo tengo que decir para ligar!- salí con bien ... de la carretera hacia unos prados cercanos. Un hombre amable me auxilió y me acogió en lo que tiempo después fue el famoso restaurante de hoy, que entonces aún no se había abierto al público.

El menú, asequible; 118 euros. ¿Caro?. Pues que quieren que les diga.. ¿Es caro Cristiano Ronaldo?; ¿es mal negociante Florentino Pérez? (Pueden responder a lo anterior basándose en el dinero que ha ganado Florentino a lo largo de su vida y el que se ha embolsado usted, prodigio financiero).
Y ya puestos, hemos comido a la carta. Ana -la jefe de sala- me ha ofrecido fuera de aquella alguna que otra cosilla y en honor de mi Anónima favorita he seguido sus consejos.. Así que una rubia uniformada totalmente de negro se me ha acercado insinuante y, tras pedirme permiso, ha procedido a colocarme, anudándolo suavemente en mi cogote, un hermosísimo y gran babero de color blanco.

He comenzado a ronronear de placer cual minino satisfecho... La cara de los comensales de la otras tres mesas lo decía todo.. ¡Anonadados!. Y reconozco que me entusiasma "escachifollar" cuanto puedo a estos individuos que basan su presencia en el dinero, sin saber hacer la O con un canuto.

Y he rematado la faena, armado de las correspondientes pinzas y bidente, comiendo y chupando despacito unos jugosos y gordísimos caracoles estofados con chistorra. Mi placer se ha consumado cuando otro señor, así, guapetón, como yo, ha solicitado el babero a la hora de comerse el rodaballo.

Nota para las señoras.-: Ni el del rodaballo ni yo hemos manchado el babero. Ni una mota.

(*) Técnicamente, solo puede reventar una rueda compuesta de llanta, cubierta y cámara dentro de esta. Cuando, por la razón que sea, la cámara estalla, hace que la cubierta reviente y quede solo la llanta, privando al vehículo de ese apoyo.
Si se trata de una rueda directriz y motriz, como era mi caso, se va rápido y hoy escribo esto, alguna Mano ha tenido que protegerme hasta el absurdo.

jueves, junio 11, 2009

Nunca me pierdo

Pues érase que se era la experiencia de una amiga muy simpática, casada y con dos hijos. Viene a resultar que tienen un coche, que conduce siempre el marido.. ¡Cosa más natural!. Y este, cuyo carácter hace que tengamos un cierto parecido, no se equivoca nunca.. O casi.

Un día cualquiera salieron de vacaciones. El marido había comprado para el coche uno de esos navegadores fantásticos que aunque no sepas donde vas te llevan hasta la mismísima puerta. El problema es que, como toda máquina, hay que introducirle -¡qué soez!- los datos pertinentes, lo que la mayoría de los mortales, excepto el fulano que la desarrolla, no consiguen saber jamás como se hace.

Nada más comenzar a moverse el coche el chirimbolo se puso a dar órdenes como un descosido.. "En.. la.. próxima.. rotonda.. gire ..", "tome.. la.. primera.. salida..", "re..cal..cu..lan..do".., sin que le hiciesen caso alguno, pues bien sabían ellos como ir desde su casa a la autopista. Y así siguió la cosa...; tanto y tan pesado se puso el asunto que el marido arrancó no se que cable y lo dejó para criar malvas.

Así que cuando llegaron a su destino, cuyo callejero desconocían, no tenían ni idea de por donde ir. En esas circunstancias la costumbre familiar era que la mujer bajase la ventanilla y preguntase..., mientras su marido mantenía impávido el ademán y firmes sus manos sobre el volante.

Pero ante la sorpresa familiar, en esta ocasión, ¡él! asumió la dirección en momento tan crítico. "Tranquilos, que le preguntaré a ese hombre", dijo mientras aproximaba el coche a la acera, bajaba la ventanilla y pronunciaba un claro "por favor" dirigido a un lugareño que estaba de pie y apoyado en una esquina..

¿Ustedes vosotros sabéis aquello de las Leyes de Murphy, verdad...?. El nativo o lugareño se acercó al conductor, de manera que apreciaron que algo raro había en él, como que sus gestos no eran los habituales... El marido, impávido, le preguntó: "¿Podría indicarme como ir a ..?.

En un instante, aquel buen hombre -cual Tony Leblanc en "Los tramposos" (clic sobre el cartel)-, pegando un codo al cuerpo mientras subía el hombro e inclinaba la cabeza al mismo lado, comenzó a ganguear en voz bien alta y con gran rapidez algo que resultaba del todo incomprensible.

El marido conductor, sin inmutarse, dió las gracias al primer respiro de tan amable ciudadano y arrancó como un cohete... Se sumergió cual suicida en una de esas rotondas estrambóticas que existen en toda carretera que quiera acumular accidentes y comenzó a dar vueltas.. "¿Pero sabes a donde vamos, qué te ha dicho?", le preguntó ingenua su amantísima esposa, mientras sus hijos callaban prudentes.. "¡¡¡No tengo ni zorra idea y no he entendido nada!!!, respondió el marido con los ojos inyectados en sangre, mientras aceleraba y salía por donde el buen Dios le dió a entender.

Su familia, permaneció muda unos instantes.. Luego, aunque mantuvieron los labios bien "pretos", una risa desmadrada y silenciosa infló sus tiernos y sonrosados mofletes.....