miércoles, septiembre 21, 2011

El canapé

Un amigo se ha comprado un canapé. Un chisme de esos sobre el que se coloca un colchón. Y como ya tenemos unos años y somos gente preparada, el modelo que ha adquirido es de esos abatibles o basculantes o como se llamen; más o menos como este.

Como le hacia ilusión estrenarlo, acordó con la tienda que se lo llevasen a casa cuanto antes. Lo compró un viernes y haciéndole un favor, se lo instalaron el sábado en casa. Como habían quedado, lo mismo que le dejaron el nuevo, se llevaron el viejo somier donde dormía...

Cuando se quedó solo, lleno de ilusión, alborozado como un niño, se dispuso a probarlo. Soltó algo, presionó no se que, alzó la parte superior acompañándola con la mano mientras ganaba altura .... Muy bonico. Quedó como en la foto que habrán podido ver pinchando el enlace.

Calculó que allí podría guardar muchas cosas. Sonrió. Y satisfecho decidió bajar aquello a su posición horizontal. Ufffff... Aggggghhhh... Imposible; ni se movía. Por muchos intentos y probatinas que hizo el canapé mantuvo su tapa alzada cual novio primerizo.

LLamó a la tienda. Sábado, ¿recuerdan?. Silencio... No tuvo valor para acostarse dentro del cajón, por si se hacia realidad la escena de aquella vieja película en que el propio quedaba aprisionado al descender inopinadamente la tapadera, ni a estas alturas estamos para dormir en pendiente con los pies apoyados en ese asa tan mona, cual choricico en secadero.

Así que durmió en el sofá, cual marido sorprendido in fraganti.. Y con el calor que hace por aquí, sin manta ni ná. Vamos que no pegó ojo.. Y se lo cuento para que aprendan y escarmienten en cama ajena.

sábado, septiembre 17, 2011

La camarera

Me ha contado una amiga una anécdota de su pueblo que es tan sabrosa que no resisto contársela a mi vez a ustedes. Su pueblo es muchismo pueblo y ya saben que en lugares así puede pasar de todo, en especial cuando pretenden quedar fisnamente...

Pues viene a resultar que como era tiempo de confirmaciones y tenían fama de buena cocina, cosa esta que suele atraer a las autoridades, el excelentísimo y reverendísimo señor obispo decidió presidir la ceremonia, pues sabía que tras esta iban a dar una comida de padre y muy señor mío a las fuerzas vivas de la localidad.

En lugares así suelen disponer de buena materia prima para guisar, pero no tanto para servir con delicadeza a gente tan principal. Un problema. Y es que la muchacha de la fonda, moza dispuesta y trabajadora como pocas, eso si, era bastante bruta e inevitablemente sería la camarera. Así que el alcalde, el párroco, el maestro y el cabo de la Guardia Civil -de la de antes, de la de verdad, la del tricornio- la aleccionaron convenientemente, cada uno a su estilo.

Llegado el día y hora de la manduca parecía que todo iba sobre ruedas.... La moza llegó con la sopa rolla, usease con cachos gordismos y abundantes, y como le había dicho el mosén se acercó al señor obispo para que se sirviese el primero. Este, hombre de iglesia al fin y al cabo, comedido, prudente y delicado, principió tomando poca cantidad y de la superficie, ante el pasmo de la camarera, que no pudo contenerse y espetó:

"Arregüelva, arregüelva su divina majestad, que lo mejorcico está en el culo"