Ante las críticas recibidas de Silvia y Curri, me armé de valor y acudí a la tercera cita con mi dentista, a lo macho, que uno, aquí donde no me ven, lo es y mucho. Pensé, en principio, ir en compañía de Manolo, pero como se que lo que le gusta es irse de marcha, decidí ir solo.
Esta vez ha sido todo muy extraño. Me recibió, vestida de blanco como una novia, la que se calificó como "directora de finanzas" de la consulta; inmediatamente, me largó un discurso sobre no se que individuo que visita a una bruja y a la mañana siguiente se despierta siendo toda una mujer; y poquito a poco descubre que sin lolas no hay paraíso. Sin solución de continuidad, manifestó que no tenía huevos, por lo que quería que yo hiciese una tortilla. Apreté la entrepierna, francamente desconcertado, pues comenzaba a creer que la tal era capaz de cocinarla a mi costa y más tarde, para justificarse, tranformarme mediante algún conjuro en "Lola la Piconera".
Añadió que aquello no era una casa de caridad y que el "negoci es el negoci", de modo que allí trabajaban a todas horas. Visto el cariz del asunto, mi valor estaba bajo mínimos, pues pensaba que me iba a despelotar en cualquier momento y, lo peor, es que quedaba claro que aquello me iba a costar un huevo.
Pero Curri y Silvia son muy importantes para mí, así que intentando por un lado rebajar la factura e impresionar por otro, dije con voz tonante: "Tranquila, que soy de Bilbao oyes; a mí, sin anestesia, pues". ¡Y se lo tomó al pie de la letra!.
Silvia, Curri .... ¡Lo que he pasado por vosotras!. Con deciros que al final y con la boca abierta, rígida, llena de tubos que colgaban por todos lados, balbuceando, ... tuve que reconocer la dura verdad y dije:
"E de mimo Bibao no oy; or oco, ero ací u oco ma allá. Ai que oneme aetesia, coño".
Esta vez ha sido todo muy extraño. Me recibió, vestida de blanco como una novia, la que se calificó como "directora de finanzas" de la consulta; inmediatamente, me largó un discurso sobre no se que individuo que visita a una bruja y a la mañana siguiente se despierta siendo toda una mujer; y poquito a poco descubre que sin lolas no hay paraíso. Sin solución de continuidad, manifestó que no tenía huevos, por lo que quería que yo hiciese una tortilla. Apreté la entrepierna, francamente desconcertado, pues comenzaba a creer que la tal era capaz de cocinarla a mi costa y más tarde, para justificarse, tranformarme mediante algún conjuro en "Lola la Piconera".
Añadió que aquello no era una casa de caridad y que el "negoci es el negoci", de modo que allí trabajaban a todas horas. Visto el cariz del asunto, mi valor estaba bajo mínimos, pues pensaba que me iba a despelotar en cualquier momento y, lo peor, es que quedaba claro que aquello me iba a costar un huevo.
Pero Curri y Silvia son muy importantes para mí, así que intentando por un lado rebajar la factura e impresionar por otro, dije con voz tonante: "Tranquila, que soy de Bilbao oyes; a mí, sin anestesia, pues". ¡Y se lo tomó al pie de la letra!.
Silvia, Curri .... ¡Lo que he pasado por vosotras!. Con deciros que al final y con la boca abierta, rígida, llena de tubos que colgaban por todos lados, balbuceando, ... tuve que reconocer la dura verdad y dije:
"E de mimo Bibao no oy; or oco, ero ací u oco ma allá. Ai que oneme aetesia, coño".