jueves, julio 16, 2015

El restaurante

Comida en restaurante "hijo" de estrella Michelín. Les cuento, aunque ya sé que no les interesa. Los platos, de esos tan enormes y hondos que uno en lugar de aproximar los cubiertos tiene que lanzarlos en picado sobre lo que hay en el fondo y resulta complicado apresar el arroz con el tenedor en vertical, so pena de trincar los granitos uno a uno como si fuesen aceitunitas. 

De entrada arroz con anguila. Cuando el camarero patilludo de Sierra Morena me ha preguntado "que tal" le he tenido que contestar que la anguila me sabía a chicharrito frito, perdiendo toda su gelatina y untuosidad. Y aunque me suelen reñir he añadido, para tranquilizarle, que soy de Santoña y de familia dedicada a la mar, en la que mi madre era especialista en guisar y preparar anguila. 

De segundo, lengua de ternera. Impecable. Y de postre canalones de fruta sobre espuma de chocolate blanco; buenos, aunque puede que yo les hubiese realzado los sabores (el canalón de pasta filo). El ristretto correcto. 

Y ahora el espectáculo.. En la mesa aledaña dos abuelitas tipo Piolín, el canario de los dibujos animados. ¡Qué estilo, que delicadeza y templanza!. De niñas tuvieron que instruirlas en la mesa con la misma intensidad con que un sargento legionario adiestra a sus "lejías". Para compensar, dos mesas más allá estaban aparcados un matrimonio, su hija y su hijo adolescentes; que eran hermanos era evidente, pues se miraban y evitaban rozarse como si el otro fuese leproso. 

Padre e hijo han trincado el tenedor tal cual apresaría alguien una barra metálica para clavarla a golpes en la tierra e inevitablemente con la derecha, cual "yanquee" cualquiera. Lo bueno ha llegado cuando se metían algo en la boca; nada de alzar el tenedor, sino que inclinaban las fauces hasta perderse en el volcán, digo plato. El cénit lo han alcanzado cuando el padre se ha manchado la nariz con la salsa y la frente del retoño ha topado con el borde de su copa de coca cola con el riesgo que conlleva de abrirse la frente. En fin. Estamos en libertad y todo eso, pero ¿no creen que algo de buenas costumbres ayuda a convivir con gente desconocida en un espacio cerrado?

domingo, octubre 19, 2014

El anillo

¡Cuanto tiempo!. Más de un año... Pero lo anecdótico no depende de mí sino de sucesos que llegan a mis oídos y este último año no ha sido favorable en este aspecto, pues gracioso ha habido poco. Pero a lo nuestro.. Ayer por la noche me contaban algo ocurrido en un Servicio de Urgencias de cierto hospital público.

Viene a resultar que se presentó un fulano angustiado. Se había colocado en el pene -en este caso y por lo que leerán a continuación sería más apropiado llamarlo ciruelo- unos anillos de esos que al retener el flujo sanguíneo provocan que el miembro aumente de tamaño más de lo habitual. Fuese por lo que fuese, aquello no funcionó bien, el miembro adquirió un color amoratado, fue doliéndole más por momentos y lo que fue peor, era incapaz de quitarse los anillos.

Se intentaron varios procedimientos de .., de .. ¿extracción?. Fracasaron todos, desde los ungüentos varios a los alicates. Así que al médico que llevaba el asunto se le ocurrió cortar por lo sano; los anillos, no el ciruelo, no sean bestias. Y creyó que podía utilizar para tal menester una sierra radial del servicio de mantenimiento; así que pidió que acudiese con dicho útil el operario correspondiente.

Cuando este llegó, entró y vió, sabedor de lo que se le solicitaba, dijo que ¡ni leches! antes de casi desmayarse por el espectáculo. De modo que el médico no tuvo más remedio que ser él quien "operase" la máquina. El paciente se había quedado pálido y mudo, cuando asimiló lo que se pretendía, lo que no dejaba de ser muy conveniente.

Cortar a lo largo, dadas las sinusoides del lugar, era peligroso y complicado, así que decidió trabajar al bies y con todo cuidado se puso a ello.. El paciente, además de mudo y pálido, parecía no respirar. Logró cortar el anillo, pero este era tan sólido y rígido que no se abrió, así que, querido mío, tendré que serrar por la contraparte...

Con otro corte a 180º del anterior aquello terminó abriéndose. El fulano se desmayó. Y la gangrena de aquella cosa se evitó......


sábado, septiembre 28, 2013

Hombre rico, hombre pobre

Paseo de las Damas, Zaragoza, sábado al mediodía. Dentro de poco abrirá un estanco y los obreros se afanan en terminar la obra que requiere el local. Uno de ellos se aleja sudoroso hacia un contenedor llevando a cuestas una gran pieza de madera. Cerca de la esquina llega a la altura de un hombre en camiseta y deportivas que está preparándose a montar en bici. Y dice ...

¡Joder, los ricos lo que quieren, hasta tienen bici!.

sábado, febrero 09, 2013

La agüela

Cuando hoy he entrado a comprar el periódico, una señora mayor, acompañada de la cada día más habitual emigrante, estaba charlando alegremente con la propietaria del quiosco; contándole sus cosas y eso. Entonces ha llegado otra mozuela de la 6ª Edad, que al ver a la anterior le ha preguntado: ¿Qué tal estás?.

La primera ha vuelto la cabeza hacia la recién llegada, ha dirigido la mirada en oblicuo hacia la derecha unos 30º y hacia abajo unos 60º, ha lanzado a todos los vientos un suspiro profundo, que nos ha desgarrado el alma y le ha contestado: ¡Pues..., ya ves!. Y se ha quedado en un silencio doliente, muestra de haber demolido toda idea de que no necesitaba atención y cuidado.

jueves, febrero 07, 2013

En estrados

Hay veces que un juicio compensa. Imagínense.. Se resolvía sobre un fulano que se había resistido a los agentes de la autoridad y les había desobedecido. Iniciada la vista sin su presencia y mientras S.Sª preguntaba donde estaba el acusado, se abre la puerta de la sala y entra el susodicho, diciendo en voz alta "si, si, están hablando de mi". A primera vista tiene un pedo de padre y muy señor mío.

Lo de sentarse en el banquillo resulta superior a su capacidad y tras intentarlo, resbala dulcemente hasta el suelo.... Tras acomodarle más o menos, S.Sª le pregunta por sus circunstancias personales: "¿Con quién vive usted?"; a lo que contesta: "Con el Espíritu Santo".

En esas, S.Sª requiere al forense para que reconozca al acusado y dictamine sobre su situación. Cuando el médico inicia el reconocimiento, el acusado le dice con media sonrisa: "Por ahí no vas bien conmigo. Yo no soy maricón". Tras informar el forense a S.Sª, esta se dirige al acusado: "Caballero, usted lleva un ciego del quince". Y ordena a los agentes de la autoridad que le desalojen de la sala; cuando estos se le acercan el acusado les dice con encanto: "Machooteeeees"; aunque a uno de ellos le comenta: "¡qué placa más graaaande!".

Cosas veredes

martes, marzo 06, 2012

Me sorprenden..

Deduzco que son padre e hijo; sus caras y cuerpos exigen pensar así. Caminan extremadamente despacio, al unísono, cual dos cetáceos varados y con la culera del pantalón a la altura de los tobillos. De la mirada del hijo está ausente cualquier atisbo de inteligencia. El padre, inexpresivo, puede ser tanto un comerciante como un yihadista, que para algo estoy en una de las provincias con mayor actividad de estos grupos y, por lo que les oigo, lo poco que hablan lo dicen en árabe. Me obsesiona la barba cerradísima del padre, orgullo de cualquier Sancho Panza.

Bufet del desayuno en el hotel. Cuando llego, su mesa está atestada de platos sucios. Ambos degluten sin tasa, que comer es otra cosa. Sus bocas trituran con eficiencia. Pero es el padre el que me abduce..; en su plato, una magdalena, de las de toda la vida, con su papelito y todo, y que como todas las pastas y bollos deben comerse con la mano, sin cubiertos (hoy se han impuesto ciertos usos en quienes no pisaron alfombras durante generaciones, confundiendo estilo y finura con hacer el indio).

Pues Sancho Panza, mudo, toma cuchillo y tenedor, y con extremado cuidado se dedica a trocear la magdalena dentro de su envoltorio, llevándose luego a la boca cada pedacito...

jueves, marzo 01, 2012

Clic

Mi compañero y su mujer caminaban por la acera, acercándose a la mesa de la terraza donde estábamos sentados. Ella iba largando que no veas... Creí que no nos habían visto, pero al llegar a nuestra altura ella giró la cabeza, sonrió y se acercaron.

Cuando comencé a preguntarle que tal estaba, él alzó elegantemente la mano hasta la parte trasera de su oreja y oí un suave clic. Acababa de conectar su sonotone... Ahora se porque la pareja se lleva bien.