martes, marzo 06, 2012

Me sorprenden..

Deduzco que son padre e hijo; sus caras y cuerpos exigen pensar así. Caminan extremadamente despacio, al unísono, cual dos cetáceos varados y con la culera del pantalón a la altura de los tobillos. De la mirada del hijo está ausente cualquier atisbo de inteligencia. El padre, inexpresivo, puede ser tanto un comerciante como un yihadista, que para algo estoy en una de las provincias con mayor actividad de estos grupos y, por lo que les oigo, lo poco que hablan lo dicen en árabe. Me obsesiona la barba cerradísima del padre, orgullo de cualquier Sancho Panza.

Bufet del desayuno en el hotel. Cuando llego, su mesa está atestada de platos sucios. Ambos degluten sin tasa, que comer es otra cosa. Sus bocas trituran con eficiencia. Pero es el padre el que me abduce..; en su plato, una magdalena, de las de toda la vida, con su papelito y todo, y que como todas las pastas y bollos deben comerse con la mano, sin cubiertos (hoy se han impuesto ciertos usos en quienes no pisaron alfombras durante generaciones, confundiendo estilo y finura con hacer el indio).

Pues Sancho Panza, mudo, toma cuchillo y tenedor, y con extremado cuidado se dedica a trocear la magdalena dentro de su envoltorio, llevándose luego a la boca cada pedacito...

jueves, marzo 01, 2012

Clic

Mi compañero y su mujer caminaban por la acera, acercándose a la mesa de la terraza donde estábamos sentados. Ella iba largando que no veas... Creí que no nos habían visto, pero al llegar a nuestra altura ella giró la cabeza, sonrió y se acercaron.

Cuando comencé a preguntarle que tal estaba, él alzó elegantemente la mano hasta la parte trasera de su oreja y oí un suave clic. Acababa de conectar su sonotone... Ahora se porque la pareja se lleva bien.