domingo, junio 18, 2006

Privacidad

Ayer, al atardecer, entré en una cafeteria a tomar algo. Poco más tarde invadieron el local un grupo de encorbatados trajeados -que hasta ese momento no sabían lo que eran traje, corbata ní colores-, acompañados de unas mujeres vaporosas -cuyos cuerpos, igualmente, no habían ido más allá de la ropa de diario-. Al poco, entraron ocho treintañeras, casadas sin marido, disfrazadas para un concurso de la tele...
El lugar llenose de alaridos.. Encorbatados y vaporosas parlaban a la vez y a voz en grito, procurando que se les tomase en cuenta, si no por ellos si por sus pulmones, sabedores de su propia inexistencia.
Las "solas", emitieron sus aullidos cuando le entregaron a una de ellas una serie de tangas y camisoncitos rojos, negros, vaporosos, calados,... Luegon asesinaron con voz de cazalleras matutinas, en español y en inglés, la primera estrofa del "Feliz cumpleaños".
Me importa poco lo que hagan, como se casen, celebren años o vivan. Pero me molesta en extremo que para hacerlo invadan, asalten, asolen, arrollen, el ámbito privativo de los demás.

2 comentarios:

Silvia dijo...

¡Pobrecito! Yo reconozco que cada vez tengo menos paciencia con esas cosas y acabo haciendo como "Dia", yéndome a los dos minutos. Y encima siempre tengo mala suerte y aunque esté el bar vacío, se me sientan siempre al lado.
Y los qué hablan a voces por el móvil, ¿qué? Porque yo a algunos los estrangulaba...
Besos

Mar dijo...

Bueno... a lo que a veces no tiene solución hay que buscarle "la vuelta" y se puede aprovechar, por ejemplo, para mirar intensamente a tu acompañante a ver si de verdad funciona la telepatía, o abstraerse del mundo, meterte en tu interior y meditar sobre lo divino y lo humano del mundo. Aunque me da que lo que solemos hacer todos es marcharnos del lugar.
Besos, querido profesor :)