En los ejércitos había cuatro Armas, que podriamos denominar clásicas: Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros. Para mí es facilísimo saber quien es quien.. ¿Pero y para vosotros?.
Como hoy me siento dicharachero, os contaré una prueba que soliamos hacer a los desconocidos para averiguar en que Arma prestaban Servicio.
La cuestión era muy sencilla; bastaba preguntarles cuantas son dos y dos....
Sí el hombre -porque entonces no disfrutábamos de mujeres de uniforme- contestaba: Cuatro, ¿no?, quedaba claro que era un Infante.
Sí se avenía a responder, a pesar de su aire serio y señorial, y, luego de concentrarse profundamente, contestaba: Cuatro, punto, cero, cero, estábamos ante un Artillero.
Había veces que penetrábamos en siniestros castillos, en los que moraban unos individuos que respondían sólo después de teclear unas máquinas misteriosas... Sí su respuesta era raiz cuadrada de dieciséis no cabía duda; tratábase de un Ingeniero.
Al cabo, en la inmensidad de los espacios abiertos, alcanzabas al último de los desconocidos. Al plantearle la pregunta, te contemplaba con sorpresa, incrédulo, durante unos instantes...
Luego, mientras te miraba por el rabillo del ojo, clamaba: ¡¡Ordenanzaaaaaaaaaa; trae papel y lápiz, que vas a hacer un problema!!.
Como hoy me siento dicharachero, os contaré una prueba que soliamos hacer a los desconocidos para averiguar en que Arma prestaban Servicio.
La cuestión era muy sencilla; bastaba preguntarles cuantas son dos y dos....
Sí el hombre -porque entonces no disfrutábamos de mujeres de uniforme- contestaba: Cuatro, ¿no?, quedaba claro que era un Infante.
Sí se avenía a responder, a pesar de su aire serio y señorial, y, luego de concentrarse profundamente, contestaba: Cuatro, punto, cero, cero, estábamos ante un Artillero.
Había veces que penetrábamos en siniestros castillos, en los que moraban unos individuos que respondían sólo después de teclear unas máquinas misteriosas... Sí su respuesta era raiz cuadrada de dieciséis no cabía duda; tratábase de un Ingeniero.
Al cabo, en la inmensidad de los espacios abiertos, alcanzabas al último de los desconocidos. Al plantearle la pregunta, te contemplaba con sorpresa, incrédulo, durante unos instantes...
Luego, mientras te miraba por el rabillo del ojo, clamaba: ¡¡Ordenanzaaaaaaaaaa; trae papel y lápiz, que vas a hacer un problema!!.
¡Qué gratos momentos vividos con todos ellos, mis compañeros!.