Pues nada. Que estaba yo esta mañana en el gimnasio, practicando la costumbre que tanto éxito me ha proporcionado siempre -vagar con prisa y cualquier papel en la mano (*), como si estuviese agobiado de trabajo-, cuando me crucé casualmente con una pareja. Ella, una castaña espléndida, de esas que hacen soñar y él, eso, uno; ¡ah si, muy alto y reconozco que elegante!.
Cuando pasé a su lado, oí que él le decía a ella: ¿Quieres mi plátano? (comprenderán que ante semejante pregunta les presté toda mi atención...). Y ella respondió: Es que ya me lo comí ayer (que sonó como si le doliese la cabeza o hubiese ido a la peluquería..). El mocetón se quedó dudando un instante, pero reaccionó y dijo con dulzura: Podrías comerte la puntita solo, si lo prefieres...
Ella hizo un mohín, como si la propuesta no le alegrase el día, precisamente. Y yo retireme pensando lo poco que vamos pintando los mocetes en estos tiempos.
(*) Mi tabla de gimnasia
Cuando pasé a su lado, oí que él le decía a ella: ¿Quieres mi plátano? (comprenderán que ante semejante pregunta les presté toda mi atención...). Y ella respondió: Es que ya me lo comí ayer (que sonó como si le doliese la cabeza o hubiese ido a la peluquería..). El mocetón se quedó dudando un instante, pero reaccionó y dijo con dulzura: Podrías comerte la puntita solo, si lo prefieres...
Ella hizo un mohín, como si la propuesta no le alegrase el día, precisamente. Y yo retireme pensando lo poco que vamos pintando los mocetes en estos tiempos.
(*) Mi tabla de gimnasia