Tiene cinco años y es nieto de una amiga. Está con sus padres y su hermano pequeño -de cinco meses-, a la vera del banco que me sirve de oteadero... Piensa durante unos momentos y se va hacia su padre amantísimo...
"Papá, estoy pensando sobre eso de la semillita, mamá y tú.. Y no lo entiendo. ¿Me lo explicas?". (Observo con placer el desconcierto de aquel, pues ni sabe como explicarlo ni como salir con bien de tal asunto en público -en privado, tampoco-. Y siente que hasta los de la partida de mus se han olvidado de sus señas y le observan de reojo).
"Pues si, la semillita ..... y eso .... y lo de más allá...". Deprimente. Hasta que, al fin, el niño interviene:
"Mira, creo que será mejor que máma y tú hagáis eso delante de mi y seguro que lo comprenderé mejor".
Días más tarde.. Su hermano, a la sombra de un platanero -como yo-, echa una siesta en su cochecito de bebé -yo, en el banco-... Nuestro pequeño se acerca y agarrándose con sus manitas al borde del cochecito, mira con detenimiento a su hermanito...
He vuelto. Almuerzo en una crepería argentina (?) de mi calle. Al entrar, observo que todos los clientes están agrupados en una de las esquinas de la sala y comen en silencio. Me siento en una mesa libre. Y le veo...
Muy delgado. Sereno. De espaldas a la entrada. Vacía la cesta de mibre que contiene el pan; y la coloca, cual tulipa, sobre la lamparita que está en el centro de su mesa. Interesante.. El efecto lumínico caleidoscópico es sugerente..
Con gran seriedad toma una rebanada de pan y se la pone sobre la cabeza, en el centro de su calva. Debe haberse entrenado porque no se le cae; y eso que el fulano no para de moverse.
De pronto, aparta platos y servicio a un lado, tira del mantel y lo levanta hasta sus ojos. Empieza a salmodiar algo que nadie entiende... De un salto, con agilidad, se pone de pie sobre el asiento. Y manteniendo bien alto el mantel de color burdeos, comienza a anudar sus esquinas...
Luego, se vuelve hacia la pared, se cuelga del cuello el mantel, pone sus manos en la espalda, y se dedica a contemplar con gran interés unas manchas de la pared.
"Papá, estoy pensando sobre eso de la semillita, mamá y tú.. Y no lo entiendo. ¿Me lo explicas?". (Observo con placer el desconcierto de aquel, pues ni sabe como explicarlo ni como salir con bien de tal asunto en público -en privado, tampoco-. Y siente que hasta los de la partida de mus se han olvidado de sus señas y le observan de reojo).
"Pues si, la semillita ..... y eso .... y lo de más allá...". Deprimente. Hasta que, al fin, el niño interviene:
"Mira, creo que será mejor que máma y tú hagáis eso delante de mi y seguro que lo comprenderé mejor".
Días más tarde.. Su hermano, a la sombra de un platanero -como yo-, echa una siesta en su cochecito de bebé -yo, en el banco-... Nuestro pequeño se acerca y agarrándose con sus manitas al borde del cochecito, mira con detenimiento a su hermanito...
"Manolito, que vida más triste la tuya"....
He vuelto. Almuerzo en una crepería argentina (?) de mi calle. Al entrar, observo que todos los clientes están agrupados en una de las esquinas de la sala y comen en silencio. Me siento en una mesa libre. Y le veo...
Muy delgado. Sereno. De espaldas a la entrada. Vacía la cesta de mibre que contiene el pan; y la coloca, cual tulipa, sobre la lamparita que está en el centro de su mesa. Interesante.. El efecto lumínico caleidoscópico es sugerente..
Con gran seriedad toma una rebanada de pan y se la pone sobre la cabeza, en el centro de su calva. Debe haberse entrenado porque no se le cae; y eso que el fulano no para de moverse.
De pronto, aparta platos y servicio a un lado, tira del mantel y lo levanta hasta sus ojos. Empieza a salmodiar algo que nadie entiende... De un salto, con agilidad, se pone de pie sobre el asiento. Y manteniendo bien alto el mantel de color burdeos, comienza a anudar sus esquinas...
Luego, se vuelve hacia la pared, se cuelga del cuello el mantel, pone sus manos en la espalda, y se dedica a contemplar con gran interés unas manchas de la pared.
......
Y me pregunto: ¿Quién es más real, el niño, el loco o los demás?
Y me pregunto: ¿Quién es más real, el niño, el loco o los demás?
2 comentarios:
Todos. Porque lo maravilloso de la realidad es la infinitud de matices que presenta, hasta cuando lo que se ve es una mentira.
Aunque por quedarme con alguien real, me quedo con el cronista.
Un abrazo
El loco, el loco, sin duda.
Porque el niño aprenderá.
Y con los otros...no hay remedio.
Aiñññññ que gusto haber encontrado este blog. Me gusta mucho más que el otro. Y nunca le había prestado atención! Es que cuando me obceco en algo, me pierdo todo lo demás.
Soy burrica, por naturaleza.
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