Voy a una peluquería que atiende a mujeres y a hombres. Cuando he entrado esta tarde he visto que en la zona femenina le estaban haciendo la pelambrera a una mujer sudamericana de esas que se dedican a pasear, sin hacerles ni recontrarepajolero caso, abuelos, a los que sus hijos aún les hacen menos.
La abuela estaba sentada en su silla de ruedas. Con el abrigo puesto. Que para que perder tiempo en disponer como es debido a quien la va a palmar. La habían girado de manera que pudiese ver con facilidad la importante labor que se efectuaba en la sesera de su cuidadora. Me ha llamado la atención al entrar su inmovilidad y la fijeza de su mirada; semejaba la Esfinge de Guiza, aunque vestida, de negro y con toquilla de punto. Y la blancura de su pelo, abundante, recogido en un moño.
Cuando la peluquera ha acabado de arreglar a la cuidadora y esta se ha levantado a abonar el servicio, nuestra esfinge ha recobrado la vida. Se ha movido y con una voz clara ha dicho:
La abuela estaba sentada en su silla de ruedas. Con el abrigo puesto. Que para que perder tiempo en disponer como es debido a quien la va a palmar. La habían girado de manera que pudiese ver con facilidad la importante labor que se efectuaba en la sesera de su cuidadora. Me ha llamado la atención al entrar su inmovilidad y la fijeza de su mirada; semejaba la Esfinge de Guiza, aunque vestida, de negro y con toquilla de punto. Y la blancura de su pelo, abundante, recogido en un moño.
Cuando la peluquera ha acabado de arreglar a la cuidadora y esta se ha levantado a abonar el servicio, nuestra esfinge ha recobrado la vida. Se ha movido y con una voz clara ha dicho:
A mí, no me cobre el servicio